viernes, 23 de septiembre de 2011

Lectura amorosa

Simplemente quiero compartir este humilde homenaje a la lectura, a ese acto amoroso en el que un lector encuentra en las páginas de un libro su libertad desprendiéndose de la realidad para asumir como propia las palabras que el autor nos regala. Escrito a partir del sentimiento de desprendimiento que genera terminar un libro, esa sensación extraña y maravillosa que logra dejar huellas en el alma. Espero críticas, comentarios y/o sus "reacciones".


Tú me ocultas el destino de tus letras
 yo muero por entrar en tu misterio.
Te persigo por pasajes y caminos
que tú mismo has marcado en mi sendero.
Tú me ocultas el final de nuestra historia
y voy corriendo a tu encuentro empedernido
degustando poco a poco cada hoja,
conservando en mi alma sus sonidos.
Tú me ocultas, nuevamente, nuestra suerte
enredando a mi mente con mi pulso.
Te me ocultas en paisajes y secretos
que yo muero por leer en un receso.
Tú me ocultas y enamoras, insistente.
Tú me ocultas y me atrapas en tus redes.
Tú me ocultas lo que yo ya voy soñando,
y yo te oculto el deseo que es naciente.
Yo te oculto esta angustia ya creciente
y te oculto mi ansiedad y mi deseo.
Tú descubres para mí el fin secreto
Y  yo muero porque oculto que te quiero.
Yo ya oculto en mi alma desteñida
El amor que vi crecer aquellos días.
En mi seno maternal yace angustiado
ese mortal desprendimiento preavisado.
No hay secreto que se oculte inútilmente
Porque al fin te he conocido plenamente:
Tú te ocultas en ajenas manos mías
y otro más se enamora en agonía. 

jueves, 8 de septiembre de 2011

Solitario

Solitario te encuentras en aquel rincón de la tierra, solitario.
Te encuentro tan mimético a esa tierra, seca y resquebrajada
así tus manos, cara, vida reclaman por humedad.
Sentado en tu yermo refugio del mundo que no fue capaz de asilarte,
perdido, inconstante y vagabundo no es ser libre de verdad.

Solitario trabajando cuando niño aún tú eres,
la obligación por adelantado te ha obligado a crecer.
Tú te abrazas a la vida, rama seca que te negó su mirar.
Libertad, tú no la conoces, lamento que no sepas dónde está.

Solitario en la lágrima gimiente del hambriento
que no reclama más que paz, más que alimento, más que sustento.
Solitario, el mundo ha olvidado, la soledad ha creado
por negar al hermano su perteneciente humanidad.

Cada vez más solitarios, cada vez más esclavos,
más murallas a la realidad. Solitarios: un ejército de libres
que sin ego ni alimento no puede decir libertad.

Solitario: uno, dos, mil o más...
Solitario aquel que escribe, 
el que sueña, el que recuerda,
el que se dedica a pensar...
Solitarios que naufragan por el mundo 
sin encontrar la Verdad.

Solitario, no te han notado y tampoco tú notarás
que estás rodeado de solitarios que ya no saben ni amar.
Y pensar que muchos hombres por no mirar al costado
al distinto al dolorido al sufriente y al mendigo
se quedan presos de su soledad.

viernes, 29 de abril de 2011

Renovación


"Viernes Santo" es el poema que publiqué anteriormente y este pequeño intento de Soneto es la continuación y culminación de la "espera" que comenzaba ese día y que ya ES en efecto. Espero lo disfruten!


Un espacio vacío que de gloria se llena.
Un silencio partido por la voz que resuena.
En las llagas vencidas por amar al extremo
Se manifiesta la dicha, Dios no ha muerto.

Es Pascua la fiesta que el cristiano festeja
porque Dios ya camina y nos toca la puerta.
“No teman”, “crean”, “toquen”, “vean”
el Verbo hecho carne, resucita la tierra.

¡Sonrían, hermanos, el bien ha triunfado!
Gritemos al mundo, ¡el Reino es cercano!
Llorar ya no puedes, estamos de fiesta,

ensalza tu alma ya que la Cruz menos cuesta
si en Cristo confías, su fuerza te entrega.
¡Bendita alegría es la de ser amado!

miércoles, 20 de abril de 2011

Viernes Santo

Te observo en la cruz,
mi alma se estremece,
no puedo evitar
rogar que te quedes;
que bajes de ahí,
que grites victoria,
 y a cambio de eso
 obtengas la gloria.

Pero no es así,
tu rostro se entrega
y en voz potente,
tú todo lo dejas.
Esa misma voz
curó tanta gente, 
y hoy nos hace cargo
de quien te llevo en el vientre.

Un soplido tuyo de vida nos llena,
un suspiro tuyo la eternidad nos entrega.
Las tres de la tarde truenan en el suelo,
nuestro Dios amado, por amor ha muerto.
Es ese Jesús, el que predicaba
el que ahí en la cruz todo se nos daba.

Silencio de muerte,
vacío en el alma,
la esperanza empieza
a latir con calma.
Bajo su promesa, Él nos dejaba
y esperando el día, tan sólo aguardaba.
La muerte se mofa de llevarse al Grande,
pero ésta no sabe que no ha de ganarle.

La espera comienza,
no hace falta llanto,
tan solo confianza
en el que amó tanto.
Espera y espera,
que Él no ha de fallarnos
Él nos ha pedido
que tan solo creamos.

Hoy es su Madre con quien nos quedamos,
En la espera misma del resucitado.
Que María inunde, de fe y esperanza
la espera que comienza,
y en sepulcro vacío, acaba.


miércoles, 6 de abril de 2011

Metaliteratura

Este texto habla un poco de lo que sucede en la cocina de un escritor, de lo que pasa por su mente, corazón y pluma (hoy en día sería más correcto hablar de teclado). Uno de mis poemas en prosa preferidos, espero que les guste.


¿Qué puedo hacer hoy, yo, aquí sentada con los dedos deseosos de expresar lo que mi lengua prefiere callar y lo que mi alma oculta a la vista de los ojos ajenos en mi mundo cerrado? Escribir. Pero, para qué escribir. ¿Para qué pensar en que lo que escribo será leído, si tal vez se marchite cual hoja en otoño que nació una hermosa primavera y muere entre el montón, tirada en un piso lejano al árbol que le dio vida, pisoteada e ignorada por quien pasa a su alrededor y no la mira, no observan que alguna vez ella estuvo colgada de ese árbol que hoy parece triste por su ausencia; nadie la recoge y le da morada en su alma por ver en ella una hoja con historia, con dolor de muerte inminente porque ese día llego y la ráfaga fugaz que la azotó la dejó allí, tirada en ese piso de tierra húmeda y lúgubre? No quisiera que eso le ocurriera a estas palabras que nacen de estas ramas, que son mis brazos, y se posan sobre la vida en su esplendor, siendo verdes y vitales porque yo aún las aprecio a mi lado. Pero cuando se desprendan de mí, ¿qué les ocurrirá? Morirán marchitas o, tal vez, alguien con el alma abierta y generosa recoja las letras que se me cayeron de los dedos y las haga suyas, las adopte como un niño se apropia de la luna y las estrellas, del sol y una flor. ¿Pero qué pasará con ellas? Me preocupo como una madre por sus hijos al pensar en su futuro, al ver a sus pequeños dar paso a la vida. No verlos fracasar, siempre es el mismo ideal. ¿ En qué terruños caerán estas semillas? ¿En qué corazones echaran raíces? ¿En qué vidas harán historia? No hay certezas en la escritura: hay destinos que se imprimen en cada punto final, pero que un autor nunca conocerá.

¿Qué se hace cuando las letras están vacías y las palabras quieren gritar?¿Qué pasará cuando mi mente se quede sin letras y los alfabetos ya no fabriquen palabras, y las lenguas, las lenguas no sean suficientes para expresar de manera diferente lo que todo el mundo siente? No quiero pensar en el día que ya ni las sonrisas expresen lo que un corazón es capaz de amar. ¡Basta! ¡Basta de pensar en lo que vendrá! Mejor pienso en lo que es. Este ahora inconcluso que concluye a cada instante y que nada lo detiene ni para hacer corrección; si hacés algún tachón, esto no modifica lo que se escribió ni borra el tiempo que se quedó. Avanza la vida a cada instante, y yo avanzo con ella. No es suficiente con tener el don de decir lo que otros no saben expresar, no es suficiente. Y aunque conociera los cinco continentes y los mares y estrellas, transmitir lo más profundo es prueba de que nunca nada bastará. ¡Basta de parlamentos inconclusos que dejan sentimientos difusos, simplemente, hay que soñar! ¿Y adonde van esos sueños que nacen en el desvelo y mueren al amanecer? ¿Adonde van mis caricias que se dibujan en tiza cuando intento enseñar? ¿Adónde van mis abrazos que se funden en el paso que nunca me animé a dar? ¿Adonde vas, mi vida, si no sabes qué serías si fueras alguien normal? Déjame lunática fuerza, déjame de dominar, las teclas sienten que no puedo escribir más.

Una fuerza más oculta pero más santa y más culta es la que quiere aflorar. Es mi inspiración borrosa, por acumulación de cosas que no se pueden explicar. Y explicación no quieren esas cosas diferentes que a mí me hacen volar. Es un Dios el que me tiene, en sus brazos y me mece cuando sola quiero llorar. Me acurruco en su pecho, y él con sus labios tiernos me habla de libertad. Yo no entiendo, no comprendo, cómo alguien tan bueno a mí me viene a crear. Una loca trastornada que de hablar y hablar no para, como si entendiera qué es hablar. Cómo un Dios creo dos mundos para darme la libertad: un mundo en donde me confundo y otro en el que es amor y paz. Evadirme no pretendo pero es parte de este juego estar aquí y no estar. Mil palabras contenidas hoy escapan de mi vida, para no volver jamás.

¿Alguien se detendrá a observar mi obra? ¿Alguien tendrá el tiempo suficiente para intentar entender las locuras que brotan de este ser? ¿Alguien tendrá la valentía de decirme algún día que no le interesa encontrar, frente a su vida mundana, un poco de libertad? Se acerca el otoño en mi mente y esta hoja ya se desprende, hay que ver qué pasará.

sábado, 2 de abril de 2011

Abuelo

Hoy es un día muy especial para mí y decidí publicar esta pequeña narración que escribí tristemente hacen ya dos años. Gracias, ángel mío, por cuidarnos desde lo alto, desde los brazos de Dios.

Al bichito de luz

Sentada en la solitaria angustia de mi alma, me encuentro hoy, pensándote. El calor del ambiente se contrasta con el frío que recorre las venas de quienes presenciamos el cruel paso de los segundos y sentimos avanzar el temor hacía nosotros. ¿Por qué será que vos ya no sentís miedo y nos mirás con tus ojos entreabiertos pidiéndonos que no temamos?

Mirando alrededor, no logro separar mi mirada de tus ojos pequeños, de esos dulces ojos grises que en destellos de cielo me observan desde un mundo al que quisiera penetrar para poder encontrarme con tu alma y que me dijeras todo lo que tu mirada tan tibia me dice al oído. Tus ojos se cierran nuevamente. Ya no quieres responder a nuestro llamado de alerta y, simplemente, dices las palabras que no queremos oír: “no los abro porque ya estoy acostumbrado a estar así”.

Siento en mi pecho el deseo de gritar, de sacar desde dentro lo que mi cuerpo ya no puede retener, o tal vez ya no quiere retener. Imágenes pasan por mi mente, literatura por mi sangre, cosas por decir pasan por mi boca y se quedan en ella, danzantes hasta desvanecerse en un callado y sordo deseo que muere en los labios porque tu rostro me enmudece.

Me encuentro jugando en el patio, buscando caracoles en ese frondoso patio de mi niñez, entre esas plantas en las que dedicabas días enteros arreglando cada flor junto a tu amada; en ese patio donde cada día regabas la tierra infértil que convertías, pese a las condiciones que no tenía, en un paraíso de verde pastizal. Me acerco corriendo al comedor donde te encuentro sentadito en ese sillón que tienes frente al televisor y desde el cual durante años miraste ese famoso programa que ya caducó. Te abrazo con mis pequeños brazos de niña y me siento a tu lado, mientras tú tomas mates y yo comparto un té con el amor de tu vida. Compartíamos lo mejor de los tiempos, lo mejor de tu tiempo. Sentados allí durante horas en esas tardes de verano en que yo decidía dedicarles miles de horas porque mi vida era simple y despreocupada y sabía que había prioridades que hoy, mucho después y supuestamente más madura tengo que descubrir volviendo a ser niña.

En un parpadeo me encuentro de nuevo de regreso en este incómodo asiento al lado de tu cama. La casa silenciosa no cesa de hablarme, y vos, en esa habitación, aguardando por los tuyos.

En el vuelo de un pájaro que asomó su canto por la ventana, despego a otros tiempos en los que pasaba días y noches acompañada por ti. Esos días en los que para cenar preparabas con todo el amor del mundo esos sándwiches que tanto te gustaban. Dulces ecos resuenan en mi mente de historias pasadas que de tu boca soltabas y que de ilusiones me llenabas; esas historias de campo que siempre contabas, una nueva cada día pero innovadora sería de seguro; historias llenas de fantasías que ni un Borges ni un Cortazar algún día lograrían escribir. Sonrío al recordar tu voz, esa voz que se perdía en medio de tu risita pícara cuando comenzabas a contar alguna anécdota divertida, pero que nunca concluías porque tu risa superaba la historia y todos éramos contagiados por esa alegría que convertía cualquier día en uno especial.

Otro suspiro que se acerca a mi oído me estremece el cuerpo, pero es el gemido que de tus labios escapa el que me hace agonizar al escucharte. De repente, escucho voces que invaden esa habitación en la que estamos solos. Fugaces recuerdos diciéndonos que somos iguales, que tenemos en común tantas cosas. Miro al espejo y veo otro reflejo, el de años anteriores en los que ambos pasábamos largas horas mirando tele y comiendo alguna cosita rica; éramos iguales, ya nos lo habían dicho.

Un aire de desesperanza golpea la puerta. Cierro con llave y observo por la ventana. Recorro la casa cerciorándome de que esa brisa maldita no tenga cabida en nuestras vidas. Te protejo dentro de mi universo e intento que tu monumento no se destruya en un destello.

Entro con una sonrisa un domingo a tu casa. Voy a la pieza pequeña y prendo la tele. Salgo al patio a encontrarte… y ahí estás. Voy a darte un beso, y te ayudo a buscar las demás cosas que hay que preparar. Te has levantado temprano y ya tienes todo casi listo para el bendito asado. Pendiente de los detalles, no se te escapa nada. Vas y venís de ese cuartito del fondo que es tu refugio de este universo y donde has ubicado con cariño cada cosa en su lugar. Siempre queríamos jugar en tu cuartito cuando éramos chicos.

Tu mano suave se desliza entre las mías y yo te sujeto suave pero firmemente. Me miras, te miro. Comienzas a elevar tus manos tratando de alcanzar "eso" que hacen días quieres atrapar en el aire. No te suelto, pero dentro de mí quisiera también ver "eso" así te ayudo a apresarlo. Quisiera poder regalártelo.

Recorro mis sueños y encuentro empolvado ese viaje que soñaba de pequeña, pero que nunca realizamos. Me reprocho no haber compartido un atardecer en el mar en el que te hubiera regalado la dicha de volver a ese lugar, la felicidad del regreso a donde tus ojos siempre fueron luz al nombrar.

La gente. Esa gente que te quiere comienza a circular entorno tuyo. Mi mente se viste de fiesta y recuerda esos días importantes donde tu presencia era infaltable. Vals de fondo, velas en tortas, globos, anillos, bizcochuelo, un sillón y vos durmiendo en nuestra compañía. Corro a abrazar todo eso pero se escabulle entre mis brazos la multiforme y abstracta fuente del recuerdo. ¿Cómo se hace para ser fuerte? ¿Cómo hago para darte mi vitalidad? ¡Tantos avances de la ciencia y aún no se inventa el transplante de vida!

Abrís los ojos y me mirás de nuevo. Tu mirada me hace sentir que no derroché mi tiempo sino que el estar ahí contigo es la mejor inversión que he hecho. Una despedida ante un regreso, yo te digo que te quiero, aunque sé que esas palabras tienen un peso mayor que el que este mundo le otorga.

Vuelvo al rato. La historia se repite nuevamente en mi cerebro. No sueltes mi mano. Abrí los ojos. Mirame, reconoceme, soy la más chiquitita de tus alegrías en algún tiempo. Está atardeciendo. Debo marcharme pero prometo que volveré. Me acerco a despedirme y ya estás en tus sueños. Te observo desde la puerta, tu rostro surcado por el paso del tiempo; algo se avecina y siento miedo. Me voy con mi saludo en los brazos, esa inexplicable sensación de seguridad no me permite humanizarme y me voy.

El teléfono, el llanto, las corridas, y yo inmutable ante todo lo que pasa a mi alrededor. Es un sueño, yo sé que lo es. Pero no. ¡¿Por qué no?!

Ese lugar tan triste. Te visito y espero verte pero no como te veré. Te observo y, desde mi distancia, te suplico que abras los ojos. ¡Abrilos, por favor, abrilos! Estás ahí, todos creen que estás ahí. Yo no. ¿Por qué te buscan donde ya no estás? Estás allí, entre esas paredes, pero no las materiales. Estás allí porque te despides de cada uno de nosotros con un abrazo y un beso. Todos quisiéramos que tu mano no estuviera fría, que tus ojos nos miraran, pero vos alcanzaste eso que llevabas días intentando agarrar. Se te nota en el rostro surcado por la edad, ya la tienes prisionera, la paz está contigo.

No quiero que te vayas. Pero te dejo ir. El egoísmo humano hace querer que lo seres que amamos sean inmortales, pero no nos damos cuenta que sólo dejándolos ir van a alcanzar la vida eterna. Adiós, abuelo, a Dios.

jueves, 31 de marzo de 2011

A la deriva

Este poema es un poco menos optimista que la mayoría de mis publicaciones. No todos los días son radiantes y citando una famosa canción "¿alguna vez has visto caer la lluvia  un día soleado?" este es un poema de esos días, aunque son mejores cuando son rayos de sol los que cean en plena tormenta.

fuera, en la periferia,
no sé si más arriba o más abajo,
simplemente, fuera.
débil y fuerte,
fortalecida por mi orgullo,
adolorida por mi debilidad;
en una esquina, al margen, fuera.
no soy negro ni blanco,
soy el despreciable gris;
no sé si a un lado o al otro,
simplemente, fuera.

no estoy fuera de mí,
pero tal vez ni siquiera estoy dentro;
grande y pequeña,
adormecida en los recuerdos,
eliminada de la realidad;
útil y reemplazable,
única y postergada,
bandida y amiga;
una parte de nada,
el todo sin partes.
banalidad profunda
perecedera emotividad.

reencuentro con desconocidos,
conocidos sin encuentros,
pensamientos vivientes,
que no puedo vivir pensando;
fuera de la vida y de la muerte,
en un lugar paralelo,
donde la importancia no importa
y los valores no valen;
incomprendida y querida,
no sé si de un bando o del otro,
simplemente, fuera.

y no me alcanza…

Intento que las piezas no se pierdan,
me acurruco en mis brazos
para no perder ni un pedazo
de este roto corazón.

lunes, 28 de marzo de 2011

Vidas embragadas

Cotidianamente acudimos a metáforas para representar nuestra realidad, es decir, utilizamos términos característicos de una cosa para representar otra. Una de las metáforas utilizadas en la vida cotidiana es la vida es un camino, y ligada a esta metáfora va a estar  el hombre es un vehículo, metáforas con las cuales llegamos a la conclusión de que el hombre-vehículo transita por la vida-camino. La utilización de esta supra-metáfora se puede ver cuando decimos frases como “frená un poco”, “te vas a llevar una pared por delante”, “estás acelerado”, entre otras. Teniendo en cuenta lo anterior, voy a utilizar esta metáfora tan útil y dúctil para reflexionar acerca de la sociedad actual en la que me incluyo.

El ritmo de vida se ha acelerado y acompasado al tráfico cotidiano. La gente anda atropellándose pues nadie repara en el de al lado; se prende a la bocina cuando se enlentece el paso ya que es mejor escandalizarse en la cola del supermercado que cultivar la paciencia,  todo es mejor si se llega rápido aunque no se respeten los límites de velocidad (como pasa en ciertos lugares de poder donde llegar a la cima es el único objetivo sin tener en cuenta las consecuencias que puede provocar), etc. Todo marcha como en hora pico: estresantemente.

Los pedales.
Observando un poco alrededor, he podido darme cuenta de que las personas sólo utilizan dos de los tres pedales en los autos: acelerador y embrague. Ese tercer y tan útil pedal, el freno, no está en la mente de quienes no tienen tiempo para perder en esta vida, ellos simplemente embragan en las esquinas y aceleran en el resto de los caminos, sobre todo cuando observan la luz amarilla que se desesperan por no tener que recurrir al pedal del medio. Las personas vivimos embragando, no frenamos del todo, sino que tomamos la precaución para mirar, pero no nos detenemos a ver. Queremos llegar rápido a todas partes, pretendemos que todo sea instantáneo y sin necesidad de bajarnos de nuestras comodidades, por eso escogemos los autoservicios hasta para comer. Pero volviendo a los tres pedales, a continuación observemos una pequeña descripción de sus usos y abusos en nuestras vidas.

El acelerador. Este pedal es el que más conocemos, al principio lo tratamos con respeto, pero después nos domina. La urgencia se nos impone y ahora hasta los más pequeños están mamando esta filosofía de vida. Si pasa algo, mejor seguí, no te detengas, no sea cosa que te veas involucrado en algo y tengas que dedicarle un poco de tiempo a ese algo que no te incumbe. El acelerador se aprieta cuando se pasa cerca de zonas indigentes, cuando un niño pide una moneda, cuando se recibe un llamado de auxilio, cuando algo te sensibiliza: no hay tiempo para amar, llorar, hacer luto, admirarse, adorar. La vida es otra cosa: la vida es avanzar, ¡y rápido!

El embrague. Las personas se han hecho amigas de este pedal porque permite poner los cambios cuando se aumenta la velocidad (varios ignoran que también se utiliza para rebajarla). Es el pedal que permite estar alerta, pero que no te compromete tanto. En caso de emergencia vas a poder frenar, pero de lo contrario, felizmente vas a poder seguir tu ritmo fantástico hacia la nada espiritual. El embrague es el pedal preferido de estos tiempos, sobre todo por su colaboración con el acelerador, ya que se suelta el embrague para acelerar y viceversa, son co-equipers en esta vida de rapidez emocional.

El freno. El olvidado y descuidado pedal del medio. Frenar no concuerda con el nuevo estilo de vida, espanta a quien no le queda otra que frenar. El freno es evitado constantemente, por eso las personas terminan chocando tan fuerte sus vidas: divorcios, suicidios, niños que se crían bajo la tutela de la calle, etc. El freno se usa en la emergencia y, como toda emergencia, se ruega no tener nunca una. Lamentablemente, las personas no frenan al llegar a cada esquina de su vida, es decir, al llegar a esos momentos importantes y primordiales que cruzan sus caminos con los de otras personas. Las intersecciones son pasadas por arriba con un simple vistazo y el embrague a fondo, pero el pedal de freno no se toca, no sea que vea al que viene por mi derecha y tenga que darle el paso, como pasa en un colectivo cuando sube un anciano y los de los primeros asientos miran por la ventanilla, o cuando un hijo recurre a sus padres llamando la atención pero estos están absortos en sus labores que requieren de su atención para poder darle lo mejor a sus retoños (obviamente, lo mejor va a ser lo más caro pero lo menos afectivo posible). El freno implica compromiso, lealtad, cooperación. Frenar no es simplemente bajar la velocidad, es detenerse a vivir la vida con sus dificultades y bellezas, y no todos están dispuestos a ello.

La caja de cambio
Este mecanismo permite darle más fuerza o más velocidad al vehículo. Como pudimos ver, está en relación con el pedal de embrague y muchos ignoran su capacidad para rebajar la velocidad sin tener que recurrir al freno. Pero hay otra de las funciones que es olvidada, la reversa.

La primera. Esta marcha la utilizamos para arrancar cada día. Empezamos con movimientos lentos y pesados, pero es por poco tiempo, la sociedad demanda rapidez, entonces, hay que acelerar.

De la segunda a la cuarta. A medida que vamos transitando, la velocidad nos empuja a utilizar estas marchas que a medida que suben, nos permiten ir más livianos y rápidos. En estas marchas andamos cotidianamente, pero como la primera, hay un empuje exterior interiorizado que nos incita a más, y estas marchas nos resultan tonteras, aunque hasta cierto punto mientras vamos en estas marchas alcanzamos a ver bastante lo que nos pasa alrededor.

Quinta a fondo. Éste es el ansiado cambio, el que la sociedad reclama hoy en día. La quinta es la que permite ir a la velocidad más alta de nuestras vidas, los caminos los recorremos en cuestión de segundos, la adrenalina nos invade y eso es algo bueno, es lo que debe pasarnos, es símbolo de que estamos vivos. La quinta nos incita a ver caminos borrosos porque la velocidad no nos da el tiempo suficiente para ver hacia los costados, ¡qué mejor que eso! Las personas utilizamos la quinta cuando salteamos etapas de nuestras vidas: cuando una niña queda embarazada antes de aprender que ser mujer es un arte; cuando alguien soluciona su vida con alcohol y drogas porque no conoce algo mejor ya que no tuvo tiempo de conocer a Dios en la forma y religión que sea; cuando creemos que podemos comprar la felicidad y sólo dedicamos nuestro tiempo al trabajo y descuidamos los afectos (total, con una casa inmensamente vacía de amor, ¿quién va a notarlo?). La quinta nos distorsiona la visión del mundo y no podemos usarla en cualquier parte, por eso escogemos las vías rápidas como autopistas exitistas, avenidas de poder, rutas universales de superficialidad y rutas personales a la infelicidad.

La reversa. Esta marcha, hablando en términos de legalidad vial, está permitida en escasas ocasiones. Ahora, si la llevamos a la vida, es más escueto su uso. La marcha atrás está asociada a la revisión de nuestras vidas y volver es algo que también evitamos. El dolor de lo pasado nos reprime el uso de esta marcha. No nos permitimos enmendar errores, ver qué hemos hecho mal, simplemente se nos dice que hay que dejar el pasado atrás y mirar hacia delante, escapando de todo lo anterior. La reversa es la que nos permite desandar el camino realizado erróneamente y pedir perdón, pero cuesta tanto pedir perdón, que es más sencillo avanzar ya que el mundo está lleno de gente y voy a poder reemplazar a ese amigo, hermana, primo, madre que lastimé. La reversa, si no es utilizada a tiempo, no sirve. Cuando he andado kilómetros perdido, ir marcha atrás probablemente no me solucione la vida, pero podré buscar un nuevo camino de retorno e intentaré no volver a recurrir a esas vías de acceso rápido pero de dificultosa salida.

Los espejos.
Estos artefactos son los que nos permiten ver otras realidades. Con los espejos podemos ver más allá de nuestro propio vehículo. Los espejos son ojeados por nosotros para ver un poco lo que pasa a nuestro alrededor y si eso va a afectar mi marcha. Miramos pero no observamos, es un simple mecanismo con el que nos mantenemos al tanto de lo que pasa pero, otra vez, no nos comprometemos, ya que no miramos directamente la realidad sino que vemos su reflejo. El espejo no nos devuelve una imagen completa del exterior sino que nos involucra escasamente reflejando un exterior en el que estamos inmersos pero sin hacernos protagonistas sino espectadores. Hay pobreza en el mundo: que los que están afuera se involucren y ayuden, yo soy un observador no más.

Los puntos ciegos. Los espejos nos reflejan una fracción de la realidad, como hacen los medios de comunicación. Los puntos ciegos son esas partes que quedan inaccesibles a la vista del conductor y que el conductor olvida. El punto ciego simboliza lo desconocido. El punto ciego representa la espiritualidad, la profundidad del ser. Este punto acompaña al hombre a donde vaya, pero sólo a veces presta toda su atención a lo que puede esconderse fuera de lo cotidiano expreso en los espejos. Los puntos ciegos puede resultar la salvación en algunos casos, tal vez al virar en una esquina, se sorprendan atropellando a Dios que venía a su derecha y estaba oculto en un punto ciego. Tal vez de esta manera se encarguen y responsabilicen del que han dejado de lado.

La mecánica.
La mecánica no es una mujer muy sexy que revisa el auto con vestimenta provocativa, sino el motor del automóvil. El hombre no presta mucha atención a lo que pasa por su corazón, el motor. Sólo se detiene a revisarlo cuando anda todo muy mal. No importan los pequeños ruiditos, sólo cuando ya no se quiere arrancar, ahí se lo lleva al mecánico. Debería ser obligatorio que hiciéramos más seguido un servis a nuestros motores. Ver cómo andamos, qué nos pasa. Es que mirarnos interiormente es muchísimo menos agradable que mirar las miserias ajenas. La velocidad no nos permite ver a otros, pero tampoco frenamos para que el motor se enfríe y podamos vernos un poco, descubrir cómo funcionamos y reencontrarnos con nosotros mismos. La mecánica es lo que nos mantiene en movimiento, pero es mejor ignorar su funcionamiento y ahorrarnos vivencias, alegrías con tal de no encontrarnos con angustias o recuerdos.

Señales
Las señales se encuentran al costado del camino. Ninguna te obliga, simplemente te indican la manera más apropiada y menos peligrosa. Se encuentran señales como PARE para indicar un posible desastre, CEDA EL PASO para indicar que es necesario prestar atención a quien necesita, flechas indicando RETORNO, carteles en los que te informan dónde estás con la famosa leyendo USTED ESTÁ AQUÍ (sólo hay que ver si la persona logra reconocer el resto de los elementos que lo rodean y cómo llegó a ese punto). Dios nos pone constantemente señales como éstas, semáforos, leyendas de velocidad máxima o nos avisa cuando se avecinan peligros.

¡A manejar! ...es decir, ¡A vivir!
Los anteriores son algunos de los elementos que los seres humanos tenemos para transcurrir. Cada uno tiene la llave de su propia vida. No hay un camino marcado, cada uno tiene la libertad de transitar, prestando o no atención a las señales que se presentan. Pero tenemos el volante de nuestras vidas en las manos, ahora deberíamos ponernos a pensar de qué forma circulamos por este mundo. Es tiempo de revisar nuestro motor para ponernos en marcha. Por las dudas, siempre circulemos con el cinturón de seguridad, por más que manejemos bien, la vida no la transitamos solos, sino con mucha gente alrededor y no sabemos cómo manejan ellos.


martes, 22 de marzo de 2011

En defensa del agua

Al galope descienden las laderas
de nuestra hermosa cordillera.
Salpicando frescura van a su paso,
las aguas que de los glaciares se abren paso.

Única e inmaculada, es necesaria,
vid y familias reclaman su vida.
Digan qué pasaría:
¡sin agua no hay vida!

Cuidarla nos piden
porque es muy escasa.
No alcanza a llegar
hasta algunas casas.

Y esos que piden,
son los que malgastan:
la venden a minas
que sólo contaminan.

La tierra reclama al Creador
conciencia de sus criaturas,
pero estos, sin duda,
han perdido la cordura.

El viento trajo sabios consejos
cuidemos el espejo donde Narciso cayó,
Adán ya murió cuando la soberbia lo atrapó.




Poema en Defensa del Agua de Mendoza. NO A LA MINERA SAN JORGE.

Aquí estoy.

Estoy aquí:
suspirando tu perfume,
lagrimeando tu ausencia,
saboreando tu recuerdo,
soñando tu abrazo,
rogando tu mirada,
extrañando tu sonrisa,
imaginando tus pisadas,
persiguiendo tu misterio,
adorando tu distancia,
conquistando tu ingenio,
respirando tu esencia,
acariciando tus palabras,
escuchando tu encanto,
admirando tus secretos,
esperando tu enigma,
respetando tus fronteras...

Estoy aquí:
arriesgándome al desconsuelo,
estallando a cada instantes,
muriendo y resucitando,
temblando y sonriendo,
dudando y agradeciendo,
enloqueciendo y controlándome,
corriendo sin moverme,
saltando al abismo sin resguardo,
asumiendo el peligro,
rescatándome y perdiéndome,
soñando y viviendo,
despertando y rogando dormir,
encontrándote en el desencuentro,
aterrorizándome en tu calma...

Aquí estoy:

por vos.

Unsuspiro

no me dejes tu caer
no me sueltes de tus brazos que yo voy a enloquecer
pierdeme en tus sentidos
pues en los míos me he perdido
así tal vez nos encontremos
en este remolino del destino

sí, no dejes que la dureza de mi alma te embravezca,
ayúdame a ser libre nuevamente y a encontrarte en los sueños que dejé partir
el día que me convencí que el amor no era para mí
la música se escabulle por mis oídos y yo dejo a mis sentidos hacer lo que quieran para decir
lo que estas manos locas dejan fluir desde la profundidad del ser
porque el ser es lenguaje y a través de mis mensajes yo puedo ser y no ser
no, no, no, no

...........................................................................................................................
dejo en tus manos mi alma
dejo en tus manos mi alma
el silencio se hace espeso y ya no lo puedo controlar
es como si se escapara de mí
dejo todo en tus manos
dejo todo en tus manos
porque aunque tema morir
en tus manos lo dejo yo todo
pues en ti siento que puedo morir
pues la muerte no es tan mala
yo en ti puedo morir
me dejaría llevar al éxtasis de la vida por permanecer así
no, no, no me dejes caer
no, no me dejes salir
de tus manos es que no quiero escapar

y te vas


suave, suave, no me dejes caer
si me dejas en el suelo, no permitas que marchite
no me abandones cuando siento que por ti puedo
puedo
puedo
puedo
por ti, por ti
agárrame fuerte que voy a partir

y me siento flotando lejos de ti
pero una parte pertenece a ti
ya no hay forma de cambiar
el tiempo transformó mi ser
y solo puedo creer

y solo puedo soñar porque tú me diste vida
vida me das a cada instante
vida
vida
y es como un recurrente discurrir del alma
que pende de tus manos y no quiere escapar

aprisióname fuerte
aprisióname fuerte
que no quiero partir de ti.
de ti…


no,no,no,no,no
deja saber que ya no es igual
no es el final

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deja escaparme de tus manos
que mi corazón no soporta una decepción
déjame marcharme lejos de tus brazos
que mi alma esta cansada de sufrir

deja que me vaya yo muy lejos
deja que me vaya a un lugar lejano
no, por favor no me retengas acá a tu lado
que sufro al verte sonreír sin mí
es así de egoísta mi corazón solo te quiere para mí
no puedo evitarlo porque este sentir es más fuerte que cualquier canción
y es así mi vida, mi amor,
no hay forma de volver atrás ya no se puede
ya no, pues mi alma esta encerrada y pide libertad
no soporta tu desprecio y quiere un instante de felicidad
déjame, marcharme déjame
no, no, no me dejes que no es verdad
¿cómo soportar un instante sin tu presencia?
¿me haces caso justo ahora?
por favor comprende lo que mi alma te reclama
no es tan difícil de entender que de ti me enamore y no puedo estar ya así
pues mi alma esta cansada de sufrir, de sufrir porque no te tengo completamente para mí
es así como fluye desde el centro esto que encierro en el alma
y vos me retenes a tu lado y yo quiero seguir
y no puedo sin vos
y no puedo
sin vos
pero es que te amo sin razón
déjame conocerte un poco y darte la ocasión de ser feliz
junto a ti
juntos
los dos

Re cordis

Para escribir, primero hay que vivir
pero, ¿qué pasa cuando tu vida ya no es vivida ni por vos misma? 

Alerta roja encendida en las pupilas de tus ojos. 
Alerta máxima en mis dedos se desatan sin antojo. 
¿Cómo se llama a la inspiración que no quiere venir
por la simple razón de que por el corazón ya no quiere escribir? 
¿Cómo se hace para descubrir que la vida es verdadera
si la mentira predomina en cada espacio de mi ser?

No se pasa, no se pasa, no se pasa...

El refugio máximo de los sentidos es el latido de mi corazón, 
pero, ¿qué pasará el día que la sangre se niegue a circular 
porque se pudre al llegar a lo más íntimo de mi interior? 
La vida transcurre en momentos
que son cuentos o simples poesías.
¿Qué se hace en esos días que la mente
ya no quiere crear más?
Si el motor de mi vida es la imaginación, 
¿qué hago yo escribiendo si ya no tengo motor?
Y acá me siento tras unas palabras que quieren decir 
lo que no puedo traducir y lo que nadie quiere oír.

No se pasa, no se pasa, no se pasa...

Miles de letras conjugadas de mil formas
se transforman a medida que respiro; 
pero es en los suspiros en los que más se escapan de mi boca 
y se depositan en las manos
que se encargan de llevarlas por el camino de la escritura. 
Miles de frases repetidas de sentimientos ya sentidos 
se acumulan en mi mente y yo me pregunto:
¿qué hace el poeta cuando siente que todo ya está escrito?

No se pasa, no se pasa, no se pasa...

Un sin fin de enredos se entretejen en la mente del 
que cree que escribiendo va a lograr expresar
lo que no tiene lugar en un mundo
donde la realidad es tejida por los que nada saben sobre amar.
Reivindicaciones de la vida que te hacen descubrir
que no te paras de confundir,
y no hay culpables mas que el mundo por ponerte en él
pretendiendo que no lastimes al resto de la creación. 
Aquí estoy yo, decidida a pedir perdón por un error nuevo, 
que aún no cometo pero que cometeré
porque, aunque no lo desee, nací así. 
Hay un ser esperando que la vida de ti se trastabille 
y con orgullo retraído grites, "¡me equivoqué, fue mi error!". 

No se pasa, no se pasa, no se pasa
el mundo sigue girando y no se pasa.

Nos mienten con una libertad imaginaria 
ya que esclavos del tiempo somos 
y de él dependemos para olvidar, 
para crecer, 
para perdonar, 
para envejecer, 
para morir 
y para renacer. 
Momentos que se escabullen en las manos 
surcadas por el trabajo diario 
de otros que se rompen las manos
para que otros enriquezcan el orgullo
de ser el barullo de una sociedad hipócrita
que no piensa en otra cosa
que en vestir la realidad de gala
aunque sea una payasada ocultar lo que no hay.

No se pasa, no se pasa, no se pasa...
Pierdo mi tiempo esperando que esto pase y no se pasa jamás.

Bronca de un lugar mejor que nunca llega, 
de un sentir mejor que me desespera, 
de una equidad en el amor que me desconsuela 
y me hace dar cuenta que la vida está colmada de penas
que apenas las descubres ya la vida transcurre y no perdona tu error. 
En el piso miro los reflejos de los zapatos viejos 
de la pobre humanidad que camina cansada
de que ya no haya ganas ni de odiar al que amas. 

No se para, no se pasa, no se pasa...

Demencia de los que quieren pero no deben
porque no saben qué infelices van a ser. 
Demencia del que no sabe querer dejarse querer
por el que puede querer pero sin hacerle saber
que todo no va a andar bien
cuando el querer de uno se superponga al del otro
y el fracaso se anote una muerte más por falta de amor. 
Y ya no veo las cortinas corridas,
ni la espera vacía de una ventana 
que ilumina la vereda de la esquina
por donde las hojas caerán
porque el invierno va a acabar
con mis ganas de luchar.

No se pasa, no se pasa, no se pasa...

Ilusión, ¿donde te fuiste que no aprendiste 
que no hay que escapar en los momentos de necesidad? 
Ilusión, ¡vuelve a mis manos que yo siempre he soñado 
y no quiero dejar de amar!
Ilusión, no te alejes demasiado que este cuarto está callado 
y no puedo respirar. 
Ilusión, no me abandones
no sabes que sin ti
mis manos se callarán, 
mi corazón morirá 
y la poesía nada será. 

No se pasa, ya no pasa y no sé cuando pasará.

lunes, 21 de marzo de 2011

Despertar a la vida

Abrió la puerta de la calle y sintió que el sol azotaba sus ojos. Le resultó molesto y con su mano lo quitó de su vista y comenzó a caminar. Había despertado esperando "esa" señal. 

Al cabo de unas cuadras se sintió molesta porque un niño se le había acercado y, con las manos y cara sucias con tierra, le había ofrecido una flor que había cortado del jardín. Ella, obviamente, lo ignoró y siguió caminando pues estaba buscando "esa" señal.

Llegó a una plaza y se sentó en un banco. Su ceño estaba fruncido desde que amaneció, y su mirada perdida buscando la señal. Estaba muy metida en sus pensamientos. De pronto, los pájaros que se encontraban en el árbol que le daba sombra comenzaron a cantar, lo que para ella resultó una irritante melodía. No soportando ese sonido atroz que los pájaros emitían y que no le permitían concentrarse, se paró y junto con su irritación emprendió una nueva caminata.

Cruzando una esquina, se cruzó con un hombre muy anciano que avanzaba con paso muy lento ayudado por su bastón de madera clara. El viejecito al pasar cerca de la mujer la miró, pero ella, asqueada por "la actitud babosa del viejo" que le sonreía, lo miró con desprecio y siguió su camino en busca de la bendita señal.

Llevaba horas caminando la incrédula muchacha y, al encontrarse cansada de caminar sin destino fijo, decidió sentarse en el cordón de una vereda. Estaba exhausta, su malhumor se intensificaba con cada segundo que transcurría. Miró al horizonte y se encontró con que el sol se estaba ocultando y que el cielo se comenzaba a pintar de mil colores. Esto la fastidió aún más ya que pensó que era terrible que ya estuviera haciéndose de noche y ella no hubiera encontrado la maldita señal.

Emprendió el regreso a casa, y cuando le quedaban unas pocas cuadras para llegar, su celular comenzó a sonar  y al sacarlo de su bolsillo descubrió que era su madre. Quejosamente la atendió, pues no había tenido un buen día. Su madre, a pesar del dolor que le causaba que su hija se enojara por haberse preocupado por ella, le dijo que la esperaba con la cena a lo que la joven respondió cortando la llamada. 

Llegó a la puerta de su hogar y las luces de toda la ciudad se apagaron. No lo podía creer, sentía que nada peor le podía ocurrir. Gracias a la luz intensa de la luna logró descubrir la llave de la entrada y, enceguecida por su terquedad, entró a su hogar sin saludar a nadie y se encerró en su habitación a oscuras. 

Encontrándose allí, la luz volvió. Acostada en su cama, comenzó a pensar por qué no había encontrado la señal. Su enojo se transformó en una gran angustia. Una lágrima espesa y dolorosa comenzó a rodar por su mejilla izquierda. Cuando el primer sollozo se escapó de su boca, un ángel apareció en su habitación. Esto resultó algo sorprendente pero no asustó a la chica. Luego de contemplar al ángel durante algunos segundos, recién concibió sonreír, y le dijo: - ¡Yo sabía que Dios me mandaría la señal que le pedía! 

El ángel, algo apenado, le respondió: - Querida, yo no soy la señal que esperaste todo el día. Soy el ángel encargado de llevar a las personas ante Dios cuando han muerto. Vengo a buscarte. 

La mujercita de bellas facciones comenzó a llorar desconsoladamente. No comprendía por qué Dios le pedía ahora ir junto a él, si ella era joven y aún le quedaba mucho por vivir. Sin embargo, no puso resistencia, y abandonando su cuerpo, acompañó al ángel a la presencia de Dios.

Cuando Éste la vio llegar, le sonrió dulcemente, se acercó al Alma y la contuvo en sus brazos. El Alma joven le dijo a Dios: - Padre, por qué me has llamado ahora. Yo te pedí una señal en la que me demostraras que valía la pena vivir y nunca llegó, y encima me traes a esta corta edad junto a ti.-E insistiendo dolorosamente volvió a preguntar- ¡¿Por qué?!

Dios estaba preparado para esta pregunta y con todo su cariño la posó en una nube cercana y le dijo: -Querida hija, hoy te envié para ti cientos de señales para que descubrieras la belleza de la vida. Te di un sol radiante al amanecer, para que tu día fuese iluminado. Quise darte una flor especial, una que acababa de abrir su capullo, y le pedí a uno de mis preferidos, un niño, que te la regalase por mí, pero no quisiste aceptarla. Te quise regalar un tesoro muy preciado que guardo para ocasiones especiales, y le pedí a un anciano que te ofreciese su sonrisa para contagiar tu día de alegría, pero le diste vuelta la cara. En ese momento pensé que algo que podría llamarte la atención serían los pájaros, y les compuse la más bella melodía para que la cantaran junto a ti, pero te alejaste. Y ahí decidí hacer una pintura perfecta para ti, en el más grande de los lienzos que poseo, el cielo, pero sólo encontraste oscuridad en esos miles de colores que utilicé. Notaba que tu rostro cada segundo estaba más triste y hasta parecías defraudada; entonces, advertí a tu madre de tu ausencia  en el hogar. Creí que el amor de tu madre iba a hacerte entender lo maravilloso de vivir, pero tú no quisiste escucharla. Me sentí abatido, pues veía en tu carita el reclamo de una señal para poder continuar y por ello decidí hacer algo grande por ti. Apagué una a una todas las luces de la ciudad, dejándola de esa manera sólo iluminada por el centelleante brillo de la Luna Nueva que coloqué sólo para ti en lo alto del cielo, junto con el espectáculo de estrellas fugaces que dibujaban en el firmamento un corazón para simbolizar mi amor hacia ti, pero volviste a cerrarme la puerta. Es por ello, que al darme cuenta que había fallado por no poder darte razones para vivir, te traje a mi lado pues lo que hacías no era vivir, sino dejar transcurrir los días, las personas, los paisajes, los gestos.

Muy apenada por descubrirse tan ciega en la tierra, ella miró a Dios y con sus ojos transparentes le mostró el arrepentimiento de su corazón. El Todopoderoso le sonrió y dijo: -Sí, tienes otra oportunidad. Vuelve a tu cuerpo, pero esta vez, vive la vida. 

Ya no le fue difícil sonreír y disfrutar cada cosa, pues ahora sospechaba que todas eran “señales”.