martes, 24 de julio de 2012

La nocturnidad amiga

Para  quienes iluminan mi cielo, fragmentos mendocinos y sureños...


Me sentí en un tiempo como una ciudad
que todas las estrellas no puede contar.
Uno se instala, ve un trozo de cielo
porque su propio brillo le opaca el resto.
Tan solo fragmentos del cielo veía,
tuve que viajar lejos para descubrir
que en campo abierto el cielo es sin fin.


Si cada vida es una y mil constelaciones,
mira al cielo y ve, lo que no ven millones.




Andando en el camino con mi soledad,
me tomo un respiro para observar
pues en mi cielo ya puedo contar
todos los amigos que en mi vida están. 




Conocí lugares donde las estrellas
tienen forma, brillo y dejan estelas
que nunca imaginé verme absorta en ellas.
La ciudad se viste de sonrisas deslumbronas,
que roban silencios, palabras y versos.
Aparecen fugaces, se hacen recuerdo
y la vida es distinta, cambió mi cielo.


En otras ciudades, permanente están, 
aquellos cometas que al pendiente están.
Mirando de nuevo este cielo cada vez más lleno
de nuevos luceros, estrellas y más, 
descubro la importancia de los que no están, 
de los que vinieron y de los que vendrán.