viernes, 6 de enero de 2012

Epifanía vital

Los dedos entumecidos y fríos no me permiten bruscos movimientos manuales y la palidez que colorea mi rostro no me permite más que hundirme en la tristeza de la agonía. El tiempo se ha llevado la hermosura, la gracia y la calidez. El tiempo, ese ingrato se me escurre entre los huesos aquietando el corazón hasta detenerlo. El tiempo, ese frenético, acelerado, fanático de lo fugaz, me atrapó entre sus finas agujas y comenzó a marearme para que un día cualquiera me detuviera frente a un espejo a contemplar una borrosa vejez. ¿Cuántos ríos han surcado mi rostro? ¿Cuántas nubes nevaron mi copa? El suelo se desliza suavemente bajo mis pies y los objetos parecen haberse sobredimensionado en distancia. ¿Cuándo fue la última vez que alguien me dirigió una mirada de deseo? Ya no es tan sencillo y mecánico respirar, ahora hay que acordarse de ello. ¿En qué momento se dañó el depósito de mis recuerdos? ¿Acaso la golondrina que cantó tantas primaveras ahora se posa en otra ventana? ¿Y es que los soles renacientes sólo resurgirán para otros? Los ojos ya son grises porque comienzan a ver más allá de la vida, más allá… He vuelto a ser una niña malcriada, ahora deben servirme, ahora deben cuidarme, ahora deben mimarme, pero con los beneficios de la madurez. Y de repente hay una luz, un sol radiante al que puedo elevar mis ojos sin ser cegada, un sol que recién hoy puedo descubrir. Siempre escuché que era radiante, sin embargo nadie me comentó que la Verdad no producía sombras cuando está en su punto extremo. ¡Dichosa de mí que he llegado a ver! La dicha que el conocer me otorga no me la otorgó el poder correr un colectivo, el poder bailar toda una noche…me la otorgó vivir, ya bien, ya mal, me la otorgó y es mía. Feliz de mí que hoy puedo mostrar naturalmente mis implantes dentales, puedo sonreír porque la vida es bella, razón más que justificada para ser feliz. Es este el camino de regreso, el eterno retorno, el esplendor de la vida en el que uno se descubre cuando el tiempo se acaba. Si alguien me viera elevarme en este momento comprendería, comprendería que aún hay tiempo, ya no para mí, pero hay tiempo…ese maldito tirano descorre ahora su sentido profundo: que la vida es ocurrir, es transcurrir, no es omitir sino sentir, es compartir y dividir, es amar…es amor. Y ya a unos pasos de terminar el camino puedo sentir que mi sueño más preciado en este mundo es revivir.