viernes, 29 de abril de 2011

Renovación


"Viernes Santo" es el poema que publiqué anteriormente y este pequeño intento de Soneto es la continuación y culminación de la "espera" que comenzaba ese día y que ya ES en efecto. Espero lo disfruten!


Un espacio vacío que de gloria se llena.
Un silencio partido por la voz que resuena.
En las llagas vencidas por amar al extremo
Se manifiesta la dicha, Dios no ha muerto.

Es Pascua la fiesta que el cristiano festeja
porque Dios ya camina y nos toca la puerta.
“No teman”, “crean”, “toquen”, “vean”
el Verbo hecho carne, resucita la tierra.

¡Sonrían, hermanos, el bien ha triunfado!
Gritemos al mundo, ¡el Reino es cercano!
Llorar ya no puedes, estamos de fiesta,

ensalza tu alma ya que la Cruz menos cuesta
si en Cristo confías, su fuerza te entrega.
¡Bendita alegría es la de ser amado!

miércoles, 20 de abril de 2011

Viernes Santo

Te observo en la cruz,
mi alma se estremece,
no puedo evitar
rogar que te quedes;
que bajes de ahí,
que grites victoria,
 y a cambio de eso
 obtengas la gloria.

Pero no es así,
tu rostro se entrega
y en voz potente,
tú todo lo dejas.
Esa misma voz
curó tanta gente, 
y hoy nos hace cargo
de quien te llevo en el vientre.

Un soplido tuyo de vida nos llena,
un suspiro tuyo la eternidad nos entrega.
Las tres de la tarde truenan en el suelo,
nuestro Dios amado, por amor ha muerto.
Es ese Jesús, el que predicaba
el que ahí en la cruz todo se nos daba.

Silencio de muerte,
vacío en el alma,
la esperanza empieza
a latir con calma.
Bajo su promesa, Él nos dejaba
y esperando el día, tan sólo aguardaba.
La muerte se mofa de llevarse al Grande,
pero ésta no sabe que no ha de ganarle.

La espera comienza,
no hace falta llanto,
tan solo confianza
en el que amó tanto.
Espera y espera,
que Él no ha de fallarnos
Él nos ha pedido
que tan solo creamos.

Hoy es su Madre con quien nos quedamos,
En la espera misma del resucitado.
Que María inunde, de fe y esperanza
la espera que comienza,
y en sepulcro vacío, acaba.


miércoles, 6 de abril de 2011

Metaliteratura

Este texto habla un poco de lo que sucede en la cocina de un escritor, de lo que pasa por su mente, corazón y pluma (hoy en día sería más correcto hablar de teclado). Uno de mis poemas en prosa preferidos, espero que les guste.


¿Qué puedo hacer hoy, yo, aquí sentada con los dedos deseosos de expresar lo que mi lengua prefiere callar y lo que mi alma oculta a la vista de los ojos ajenos en mi mundo cerrado? Escribir. Pero, para qué escribir. ¿Para qué pensar en que lo que escribo será leído, si tal vez se marchite cual hoja en otoño que nació una hermosa primavera y muere entre el montón, tirada en un piso lejano al árbol que le dio vida, pisoteada e ignorada por quien pasa a su alrededor y no la mira, no observan que alguna vez ella estuvo colgada de ese árbol que hoy parece triste por su ausencia; nadie la recoge y le da morada en su alma por ver en ella una hoja con historia, con dolor de muerte inminente porque ese día llego y la ráfaga fugaz que la azotó la dejó allí, tirada en ese piso de tierra húmeda y lúgubre? No quisiera que eso le ocurriera a estas palabras que nacen de estas ramas, que son mis brazos, y se posan sobre la vida en su esplendor, siendo verdes y vitales porque yo aún las aprecio a mi lado. Pero cuando se desprendan de mí, ¿qué les ocurrirá? Morirán marchitas o, tal vez, alguien con el alma abierta y generosa recoja las letras que se me cayeron de los dedos y las haga suyas, las adopte como un niño se apropia de la luna y las estrellas, del sol y una flor. ¿Pero qué pasará con ellas? Me preocupo como una madre por sus hijos al pensar en su futuro, al ver a sus pequeños dar paso a la vida. No verlos fracasar, siempre es el mismo ideal. ¿ En qué terruños caerán estas semillas? ¿En qué corazones echaran raíces? ¿En qué vidas harán historia? No hay certezas en la escritura: hay destinos que se imprimen en cada punto final, pero que un autor nunca conocerá.

¿Qué se hace cuando las letras están vacías y las palabras quieren gritar?¿Qué pasará cuando mi mente se quede sin letras y los alfabetos ya no fabriquen palabras, y las lenguas, las lenguas no sean suficientes para expresar de manera diferente lo que todo el mundo siente? No quiero pensar en el día que ya ni las sonrisas expresen lo que un corazón es capaz de amar. ¡Basta! ¡Basta de pensar en lo que vendrá! Mejor pienso en lo que es. Este ahora inconcluso que concluye a cada instante y que nada lo detiene ni para hacer corrección; si hacés algún tachón, esto no modifica lo que se escribió ni borra el tiempo que se quedó. Avanza la vida a cada instante, y yo avanzo con ella. No es suficiente con tener el don de decir lo que otros no saben expresar, no es suficiente. Y aunque conociera los cinco continentes y los mares y estrellas, transmitir lo más profundo es prueba de que nunca nada bastará. ¡Basta de parlamentos inconclusos que dejan sentimientos difusos, simplemente, hay que soñar! ¿Y adonde van esos sueños que nacen en el desvelo y mueren al amanecer? ¿Adonde van mis caricias que se dibujan en tiza cuando intento enseñar? ¿Adónde van mis abrazos que se funden en el paso que nunca me animé a dar? ¿Adonde vas, mi vida, si no sabes qué serías si fueras alguien normal? Déjame lunática fuerza, déjame de dominar, las teclas sienten que no puedo escribir más.

Una fuerza más oculta pero más santa y más culta es la que quiere aflorar. Es mi inspiración borrosa, por acumulación de cosas que no se pueden explicar. Y explicación no quieren esas cosas diferentes que a mí me hacen volar. Es un Dios el que me tiene, en sus brazos y me mece cuando sola quiero llorar. Me acurruco en su pecho, y él con sus labios tiernos me habla de libertad. Yo no entiendo, no comprendo, cómo alguien tan bueno a mí me viene a crear. Una loca trastornada que de hablar y hablar no para, como si entendiera qué es hablar. Cómo un Dios creo dos mundos para darme la libertad: un mundo en donde me confundo y otro en el que es amor y paz. Evadirme no pretendo pero es parte de este juego estar aquí y no estar. Mil palabras contenidas hoy escapan de mi vida, para no volver jamás.

¿Alguien se detendrá a observar mi obra? ¿Alguien tendrá el tiempo suficiente para intentar entender las locuras que brotan de este ser? ¿Alguien tendrá la valentía de decirme algún día que no le interesa encontrar, frente a su vida mundana, un poco de libertad? Se acerca el otoño en mi mente y esta hoja ya se desprende, hay que ver qué pasará.

sábado, 2 de abril de 2011

Abuelo

Hoy es un día muy especial para mí y decidí publicar esta pequeña narración que escribí tristemente hacen ya dos años. Gracias, ángel mío, por cuidarnos desde lo alto, desde los brazos de Dios.

Al bichito de luz

Sentada en la solitaria angustia de mi alma, me encuentro hoy, pensándote. El calor del ambiente se contrasta con el frío que recorre las venas de quienes presenciamos el cruel paso de los segundos y sentimos avanzar el temor hacía nosotros. ¿Por qué será que vos ya no sentís miedo y nos mirás con tus ojos entreabiertos pidiéndonos que no temamos?

Mirando alrededor, no logro separar mi mirada de tus ojos pequeños, de esos dulces ojos grises que en destellos de cielo me observan desde un mundo al que quisiera penetrar para poder encontrarme con tu alma y que me dijeras todo lo que tu mirada tan tibia me dice al oído. Tus ojos se cierran nuevamente. Ya no quieres responder a nuestro llamado de alerta y, simplemente, dices las palabras que no queremos oír: “no los abro porque ya estoy acostumbrado a estar así”.

Siento en mi pecho el deseo de gritar, de sacar desde dentro lo que mi cuerpo ya no puede retener, o tal vez ya no quiere retener. Imágenes pasan por mi mente, literatura por mi sangre, cosas por decir pasan por mi boca y se quedan en ella, danzantes hasta desvanecerse en un callado y sordo deseo que muere en los labios porque tu rostro me enmudece.

Me encuentro jugando en el patio, buscando caracoles en ese frondoso patio de mi niñez, entre esas plantas en las que dedicabas días enteros arreglando cada flor junto a tu amada; en ese patio donde cada día regabas la tierra infértil que convertías, pese a las condiciones que no tenía, en un paraíso de verde pastizal. Me acerco corriendo al comedor donde te encuentro sentadito en ese sillón que tienes frente al televisor y desde el cual durante años miraste ese famoso programa que ya caducó. Te abrazo con mis pequeños brazos de niña y me siento a tu lado, mientras tú tomas mates y yo comparto un té con el amor de tu vida. Compartíamos lo mejor de los tiempos, lo mejor de tu tiempo. Sentados allí durante horas en esas tardes de verano en que yo decidía dedicarles miles de horas porque mi vida era simple y despreocupada y sabía que había prioridades que hoy, mucho después y supuestamente más madura tengo que descubrir volviendo a ser niña.

En un parpadeo me encuentro de nuevo de regreso en este incómodo asiento al lado de tu cama. La casa silenciosa no cesa de hablarme, y vos, en esa habitación, aguardando por los tuyos.

En el vuelo de un pájaro que asomó su canto por la ventana, despego a otros tiempos en los que pasaba días y noches acompañada por ti. Esos días en los que para cenar preparabas con todo el amor del mundo esos sándwiches que tanto te gustaban. Dulces ecos resuenan en mi mente de historias pasadas que de tu boca soltabas y que de ilusiones me llenabas; esas historias de campo que siempre contabas, una nueva cada día pero innovadora sería de seguro; historias llenas de fantasías que ni un Borges ni un Cortazar algún día lograrían escribir. Sonrío al recordar tu voz, esa voz que se perdía en medio de tu risita pícara cuando comenzabas a contar alguna anécdota divertida, pero que nunca concluías porque tu risa superaba la historia y todos éramos contagiados por esa alegría que convertía cualquier día en uno especial.

Otro suspiro que se acerca a mi oído me estremece el cuerpo, pero es el gemido que de tus labios escapa el que me hace agonizar al escucharte. De repente, escucho voces que invaden esa habitación en la que estamos solos. Fugaces recuerdos diciéndonos que somos iguales, que tenemos en común tantas cosas. Miro al espejo y veo otro reflejo, el de años anteriores en los que ambos pasábamos largas horas mirando tele y comiendo alguna cosita rica; éramos iguales, ya nos lo habían dicho.

Un aire de desesperanza golpea la puerta. Cierro con llave y observo por la ventana. Recorro la casa cerciorándome de que esa brisa maldita no tenga cabida en nuestras vidas. Te protejo dentro de mi universo e intento que tu monumento no se destruya en un destello.

Entro con una sonrisa un domingo a tu casa. Voy a la pieza pequeña y prendo la tele. Salgo al patio a encontrarte… y ahí estás. Voy a darte un beso, y te ayudo a buscar las demás cosas que hay que preparar. Te has levantado temprano y ya tienes todo casi listo para el bendito asado. Pendiente de los detalles, no se te escapa nada. Vas y venís de ese cuartito del fondo que es tu refugio de este universo y donde has ubicado con cariño cada cosa en su lugar. Siempre queríamos jugar en tu cuartito cuando éramos chicos.

Tu mano suave se desliza entre las mías y yo te sujeto suave pero firmemente. Me miras, te miro. Comienzas a elevar tus manos tratando de alcanzar "eso" que hacen días quieres atrapar en el aire. No te suelto, pero dentro de mí quisiera también ver "eso" así te ayudo a apresarlo. Quisiera poder regalártelo.

Recorro mis sueños y encuentro empolvado ese viaje que soñaba de pequeña, pero que nunca realizamos. Me reprocho no haber compartido un atardecer en el mar en el que te hubiera regalado la dicha de volver a ese lugar, la felicidad del regreso a donde tus ojos siempre fueron luz al nombrar.

La gente. Esa gente que te quiere comienza a circular entorno tuyo. Mi mente se viste de fiesta y recuerda esos días importantes donde tu presencia era infaltable. Vals de fondo, velas en tortas, globos, anillos, bizcochuelo, un sillón y vos durmiendo en nuestra compañía. Corro a abrazar todo eso pero se escabulle entre mis brazos la multiforme y abstracta fuente del recuerdo. ¿Cómo se hace para ser fuerte? ¿Cómo hago para darte mi vitalidad? ¡Tantos avances de la ciencia y aún no se inventa el transplante de vida!

Abrís los ojos y me mirás de nuevo. Tu mirada me hace sentir que no derroché mi tiempo sino que el estar ahí contigo es la mejor inversión que he hecho. Una despedida ante un regreso, yo te digo que te quiero, aunque sé que esas palabras tienen un peso mayor que el que este mundo le otorga.

Vuelvo al rato. La historia se repite nuevamente en mi cerebro. No sueltes mi mano. Abrí los ojos. Mirame, reconoceme, soy la más chiquitita de tus alegrías en algún tiempo. Está atardeciendo. Debo marcharme pero prometo que volveré. Me acerco a despedirme y ya estás en tus sueños. Te observo desde la puerta, tu rostro surcado por el paso del tiempo; algo se avecina y siento miedo. Me voy con mi saludo en los brazos, esa inexplicable sensación de seguridad no me permite humanizarme y me voy.

El teléfono, el llanto, las corridas, y yo inmutable ante todo lo que pasa a mi alrededor. Es un sueño, yo sé que lo es. Pero no. ¡¿Por qué no?!

Ese lugar tan triste. Te visito y espero verte pero no como te veré. Te observo y, desde mi distancia, te suplico que abras los ojos. ¡Abrilos, por favor, abrilos! Estás ahí, todos creen que estás ahí. Yo no. ¿Por qué te buscan donde ya no estás? Estás allí, entre esas paredes, pero no las materiales. Estás allí porque te despides de cada uno de nosotros con un abrazo y un beso. Todos quisiéramos que tu mano no estuviera fría, que tus ojos nos miraran, pero vos alcanzaste eso que llevabas días intentando agarrar. Se te nota en el rostro surcado por la edad, ya la tienes prisionera, la paz está contigo.

No quiero que te vayas. Pero te dejo ir. El egoísmo humano hace querer que lo seres que amamos sean inmortales, pero no nos damos cuenta que sólo dejándolos ir van a alcanzar la vida eterna. Adiós, abuelo, a Dios.